Sandra Padilla Márquez
Esta es la historia de un domingo cualquiera en las carreteras de los alrededores de Madrid. Tráfico abundante, entre el que me encuentro conduciendo, cuando atisbo un cuerpo sin vida en el arcén. Decido parar y andar la carretera de vuelta hasta encontrarlo: tal y como me había parecido, se trata de una gineta (Genetta genetta). Admiro de cerca la belleza de este animal, tan complicado de observar en la naturaleza por sus hábitos nocturnos. Es una hembra, que si no fuese por el hilillo de sangre que recorre su nariz síntoma del terrible golpe sufrido, se muestra impecable, con ese pelaje que le caracteriza que parece dibujado a pincel. Preciosa.


Mientras observo con lástima e impotencia al animal, levanto la cabeza y descubro otro terrible acontecimiento: su pareja está a pocos metros en uno de los carriles de la autovía, destrozada.

Estos animales, habitualmente solitarios, se emparejan por estas fechas con el fin de aumentar su familia. Y al poco tiempo de estar unidos, tomaron la fatídica decisión de cruzar juntos aquella carretera a la luz de la luna, por última vez.
Historias como estas ocurren a diario en nuestras carreteras. Ginetas, lobos, linces, zorros, corzos, buitres… pocas especies se libran. Los atropellos son una de las principales causas de muerte de nuestra fauna.
El hecho de hacernos más fácil la vida a las personas, construyendo más y más carreteras, en las que se puede circular a gran velocidad; sumado a la deficiencia en los pasos de fauna y vallado de autopistas y autovías, se lo ponen realmente complicado a nuestros animales.
Los pasos de fauna, ya sean sobre la carretera o inferiores, deberían permitirles atravesar sin dificultad estas barreras artificiales, especialmente en aquellas vías en las que cruzar supone una actividad de alto riesgo. Para ello se tendrían que adecuar con diferentes elementos que simulen la naturaleza (tierra y rocas en el suelo, vegetación, aislamiento acústico que atenúe el sonido de los coches, etc.).

Pero nada más allá de la realidad, pues los pasos son escasos, mal diseñados y en caso de que los haya, el nulo mantenimiento los hace a veces de tránsito complicado. Por otro lado, los vallados en autovías y autopistas, con frecuencia se encuentran deteriorados y tampoco cumplen su función adecuadamente.
El resultado: el fin de nuestra pareja . Y el de miles de animales más al año.