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Buscando lobos de estraperlo

Son las diez de la mañana de un domingo. El pueblo del valle se despereza. Aún huele a desayuno de festivo desde la pequeña churrería que está cerrando ya sus puertas. Hay que madrugar más. El sol empieza a calentar mientras un padre cruza en moto la plaza llevando a sus tres hijos pequeños, a cabeza descubierta, y el afilador comienza su recorrido con la bici y el inconfundible sonido de la chifla.

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Blas se inclina sobre la mesa del único bar de la plaza, donde estamos todos sentados: «aquí no se puede hablar de esto, hace poco le pegaron a uno». Un paisano del pueblo se acerca a nuestra mesa a encenderse un cigarro. Blas mira al Juli (nombre ficticio), que está sentado frente a él, sin perder de vista al paisano:

– Allí en el sur, ¿hay material?

No es la postguerra ni nosotros somos estraperlistas. Es un pequeño pueblo de la provincia de Ávila un domingo de septiembre del 2016 y nosotros pertenecemos al Voluntariado Nacional para el Censo del Lobo Ibérico.

– ¿Que si quedan lobos allá abajo?- pregunta Blas, sin alzar la voz, a Julio Equis, nombre ficticio del que fuera un alto cargo de la Junta de Andalucía que me pide mantener el anonimato.

-Nah- tuerce el gesto mientras lo dice porque mucho se habla de si la histórica población de lobos de Sierra Morena está o no extinta. Más aún ahora, cuando van a llegar 1,6 millones de euros desde Europa para su conservación.

Nos acabamos el café y nos levantamos todos con nuestras mochilas y nuestra ropa de campo. Nos hacemos una foto de familia y cogemos los coches para ir al punto donde vamos a empezar a rastrear lobos.

Subimos a la sierra. Dos ganaderos están apoyados en una verja al lado de una nave. Nos miran. Es difícil no llamar la atención con 5 coches. Nos aseguramos de que nadie ha cometido la torpeza de ponerse una camiseta reivindicativa, de «Ávila tierra de lobos» o algo así.

– Es mejor parecer unos raros domingueros- Dice Blas mientras subimos una cuesta.

«Entonces la cosa no va a mal», pienso mientras veo los prismáticos del Coronel Tapioca de mi compañero de la derecha.

El Censo Voluntario surge por la necesidad de poder contrastar los datos de los censos oficiales, acusados de estar inflados para sostener las políticas de control de las administraciones que se llevan por delante a más de 200 lobos al año. Una de las críticas más frecuentes del proyecto es precisamente su carácter voluntario y, por tanto, la posible falta de capacitación de las personas que hacen el trabajo de campo. Y en eso estamos, formándonos.

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Pero en pleno siglo XXI, posicionarse a favor del lobo en ciertas zonas de España sigue siendo peligroso.

«Esto está lleno de ganadería extensiva y apenas hay caza salvaje, así que está claro que el lobo les produce bajas. Algunos pastores se pasean de noche para vigilar, tanto por los lobos como por los humanos, que les roban los terneros. Los ánimos están muy caldeados y no merece la pena entrar en discusiones si no se quiere acabar mal», afirma Blas.

Tampoco es conveniente mostrar fotos de las zonas donde estamos encontrando rastros. El año pasado se consiguieron imágenes, mediante foto-trampeo, de una manada de 5 lobos en estas lomas: 4 adultos y una hembra con los pezones hinchados, signo inequívoco de que había tenido cachorros.

Poco tiempo después de tomar las imágenes, algunos de esos ejemplares fueron cazados de forma ilegal, ya que, en teoría, es especie protegida al sur del Duero según la normativa española. El grupo se había disgregado y desaparecido del lugar, pero había rumores de que habían vuelto y lo queríamos comprobar. Por eso íbamos con tantas precauciones, porque aquí «cuando asoman el morro se les dispara» asegura nuestro guía.

En los campos castellanos el lobo está más expuesto. No tiene la seguridad de las despobladas montañas palentinas o los bosques gallegos, aquí encontramos excrementos y marcas junto a rodaduras de bicicletas y huellas de zapatillas deportivas, por lo que es importante que el lobo sepa a qué horas el campo es suyo y en cuales debe permanecer muy oculto. Y a pesar de tanta hostilidad consigue sobrevivir y sacar cachorros adelante.

Hay indicios de que también están adaptando la cantidad de individuos por grupo. Parece que se están disgregando en parejas para pasar mas desapercibidos, pero eso es algo que habrá que comprobar antes de sacar conclusiones.

Porque también se trata de eso, de conseguir información sobre dinámicas de poblaciones, áreas de distribución y estado de conservación del hábitat. Se trata de un proyecto científico, aunque parezca que estamos pasando café de contrabando o que se nos han perdido las llaves en el campo, buscando por el suelo ese excremento en lo alto de un piorno, lleno de pelos y huesos, que nos demuestre que el lobo sigue sobreviviendo.

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Al final volvemos a los coches tras encontrar un total de 20 rastros. Ha sido duro, pero volvemos contentos. En el coche una pequeña nubecilla se apodera de mi cabeza, esta mañana en el pueblo, ¿de verdad llevaba en la moto a sus tres hijos?, ¡y sin casco!

Patricio Jiménez (www.culturaanimal.es)

2 respuestas a «Buscando lobos de estraperlo»

Saliendo de día, a las 10 de la mañana, yendo 7 personas, y en la peor época del año (de octubre a febrero, cuando las monterías llenan el campo de cacas y otros rastros de los podencos de las rehalas… y encima en domingo!!, que por sistema es día de caza durante estos meses)… rastreando al lobo…

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