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Nueva jornada con los voluntarios del Censo del Lobo Ibérico en Ávila.

A mediados de septiembre tuvo lugar una nueva salida al campo para formar a los participantes del Voluntariado Nacional para el Censo del Lobo Ibérico. La actividad se desarrolló en Ávila y fue guiada por Fernando Palacios, uno de los coordinadores generales del Censo.

Los muestreos para aprender a rastrear lobo ibérico (Canis lupus signatus) comenzaron el pasado mes de agosto con salidas en Madrid y Segovia. A primeros de septiembre Fernando Palacios enseñaba a identificar rastros de lobo a los voluntarios de Ávila (Castilla y León), continuando con los muestreos de formación que se están desarrollando en varias provincias.

David, uno de los voluntarios de Ávila, relata con las sensaciones que tuvo durante la actividad:

«Lo cierto es que aunque de naturaleza optimista, aquel día, lo mirase como lo mirase, había amanecido torcido. Ya no era que el termómetro se hubiera desplomado de golpe haciéndome mudar en mitad de la madrugada los gayumbos por el pijama; ni que con las prisas y la modorra mañanera que soldaba mis párpados hubiera olvidado meter las botas en el coche; y ni siquiera se debía a aquel desagradable tiovivo al que parecían estar subidos los cereales del desayuno mientras tomábamos las curvas del puerto de Menga. La causa principal de aquel desánimo que me afectaba incluso físicamente era la terca idea de que al final estábamos viajando para nada: con toda la pertinaz lluvia que había caído la noche anterior ¿qué narices íbamos a buscar en medio de la montaña sumergidos en el barro? Pero como tantas veces… ¡qué equivocado que estaba!

Tengo que reconocer que mientras esperábamos la llegada de Fernando en la pequeña venta de carretera que servía de punto de encuentro y Mariano aprovechaba para devorar un par de magdalenas y ponerse el traje de faena: ¡unas bermudas y una camiseta de manga corta!, no pude evitar sentir aquella lejana sensación de cierta inquietud por la novedad que me acontecía de niño antes de cada excursión escolar. Y es que para unos pajareros como nosotros, acostumbrados a mirar al cielo cada vez que salimos al campo, cambiar la perspectiva y empezar a buscar rastros en el suelo, y encima de ¡lobo!, era algo completamente original.

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La excursión lobera empezó con fuerza: Ángel, con su mochilón a la espalda y apoyado en sus bastones, demarraba a lo Contador camino de la cumbre, dejándonos a todos ojipláticos y sin aliento; ¡joder que ya empezamos la Ultra de Gredos! Y aunque durante algunos kilómetros tan solo nos dedicamos a recorrer un pedregoso y oscuro camino que se abría paso entre homogéneos y aburridos pinos de reforestación, lo bueno no tardó en llegar. Así cuando Fernando encontró el primer rastro –tiro de eufemismos por no poner mierda de lobo, pero eso es lo que era, un enorme zurullo peludo de lobo; ¡hala!, se acabaron los eufemismos- toda su serenidad contenida se transformó, por obra y gracia de la experiencia y el conocimiento, en una explosión de palabras, en una impagable clase magistral sobre el reconocimiento de rastros y sobre el comportamiento y la biología del lobo ibérico. Llevados de su mano aprendimos a reconocer los excrementos del lobo, a diferenciar la presa que horas antes había degustado el animal, a localizar los lugares más adecuados para buscar los rastros, a recoger adecuadamente las muestras, a encontrar el lugar idóneo donde emplazar las cámaras de fototrampeo… Pasamos siete horas increíbles por el monte aprendiendo de un maestro, recogiendo muestras, siguiendo rastros, comiéndonos las zarzamoras que estaban destinadas a los pájaros, buscando a Mariano cuya incontrolable ilusión infantil le hacía alejarse de nosotros cada dos por tres en busca de nuevos signos del lobo… pero sobre todo pasamos un día disfrutando con amigos de lo que más nos gusta.

Al final de vuelta a casa, sanamente cansado y moqueando como un grifo mal cerrado, todas aquellas nubes con las que se había levantado el día se habían transformado en un radiante sol que desperezaba toda mi elocuencia ante la desconcertada cara de mi chica: ¿sabes niña?, hemos encontrado por lo menos ¡una veintena de ñordas de lobo!, y ni te cuento las cacas de zorro y mustélidos que había, además hemos visto un gigantesco cagadero de tejón ¡superespecial! ¿Por qué?, hija porque no estaba excavado en el suelo, sino ¡entre dos piedras!

¡Ah!, se me olvidaba, yo que recojo las cacas del perrito apartando la cara y con todo el asco del mundo, he olisqueado la boñiga de un lobo… y no huele tan mal.»

Todos los interesados en participar en el Censo pueden apuntarse enviando un email a censo.lobo.iberico@mncn.csic.es.

 

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